1.-
Pobreza rodeada de bienestar.
El
triunfo de la revolución industrial preparó a los Estados Unidos para un
periodo de expansión de expansión imperial
y para su participación en la primera guerra mundial, pero estos éxitos se
lograron únicamente al precio del sufrimiento económico y social de la
población trabajadora agrícola e industrial.
Precisamente
para ponerle freno a los liberales americanos formularon un programa de
reformas políticas y económicas durante los primeros años del siglo XX. Para
tratar de explicar la ansiedad política que embargó al pueblo americano en la
década de 1890, los Estados Unidos se hallaban en peor situación económica que
los países europeos. En Europa, Bismarck, Clemenceau y Giolitti se esforzaban
por promulgar una legislación sobre seguridad social que proporcionara un nivel
mínimo a los elementos más pobres de la clase trabajadora; en los Estados
Unidos, en determinadas regiones y sectores de la actividad, la miseria podía
no tener limites.
Cualquiera
que fuese el nivel de industrialización alcanzado por los Estados Unidos, lo
cierto es que no garantizaba a los pobres su puesto de trabajo. Los pobres no
sólo eran victimas del desempleo como tal, sino también de la inseguridad que
provocaba su irregular ocupación.
Los
ingresos familiares medios evolucionaron, sin embargo, al ritmo del coste de
vida durante la década de la depresión de 1890. Pero aun cuando los salarios
fuesen elevados para la mayoría, las condiciones de trabajo eran a menudo
deplorables. La mala salud contribuía también a completar el círculo vicioso de
la pobreza. La principales enfermedades producían una tasa de mortalidad cuatro
veces mayor entre los pobres que entre los ricos.
En
América, la nueva situación de la industria y la economía no había ido a la par
de la preocupación social. El profundo abandono de las cuestiones sociales
revelaba no sólo desinterés por el bienestar material de la clase trabajadora,
sino también desprecio por su dignidad. Pero este abandono, considerado tan a
menudo inmoral, era en gran medida consecuencia de la distancia entre las
clases.
La separación de clases: la indiferencia en las zonas
urbanas y la hostilidad de los empresarios.
La
creciente separación espacial entre las áreas donde vivían los pobres y los
ricos reforzaba los efectos de una irresponsable propiedad de los medios de
producción. Estaba surgiendo un nuevo estilo de vida de la clase media en las
zonas suburbanas gracias a las mejoras introducidas en los medios de
transporte.
Los
americanos ricos, deseosos de hacer algo por los trabajadores coordinaban a
menudo la acción colectiva emprendida por aquellos. De aquí que la oposición a
cualquier forma de organización de la clase obrera frenara la reforma y
constituyera una fuerza opresiva de tipo psicológico. Una diversidad de
factores impidió que los obreros se organizaran: la elaboración de listas
negras, las dificultades puestas a quienes pretendía alquilar locales donde se
celebrar reuniones, la expulsión de sus hogares de los campesinos y mineros
cuya agitación molestaba a sus patronos.
El
poder del dinero era otro de los impedimentos a la organización política de los
trabajadores. El proceso de selección política no se efectuó en las urnas sino
en los silenciosos salones donde se daban cita los poderosos dirigentes de los
partidos. Los portavoces de los pobres se lamentaban de la naturaleza
conspiradora del sistema político. El dólar no solo había corrompido a la
política nacional, sino también a las legislaturas estatales, tradicionalmente
igualitarias.
La
aversión de los patronos a la organización económica de los obreros era tan
fuerte como su oposición a la agitación
política. La mayoría de los jueces estaban predispuestos contra ellas porque
habían iniciado sus carreras como abogados de las empresas.
Los
tribunales declararon legales los yellow-dog contracts, en virtud de los cuales
el obrero al aceptar su empleo, aceptaba también la sanción del despido en caso
de afiliarse a algún sindicato. Con estos procedimientos, el capitalista
americano no contribuía precisamente a congraciarse con las clases
trabajadoras.
Reacciones humanas: esparcimiento, racismo y motines.
Las
formas de esparcimiento, el racismo y los motines violentos revelan también
algunas cosas sobre el estado de animo de los grupos mas diversos.
El
comportamiento racista y los motines tampoco eran manifestaciones políticas directas
y pueden interpretarse así mismo como reacciones escapistas a los problemas
sociales.
Como
los niños no disponían de espacios abiertos para poder jugar en las abarrotadas
ciudades en la década de 1890, los filántropos y las entidades municipales se
esforzaron por proporcionarles terrenos de juego y parques públicos.
En
ocasiones, la reacción del obrero americano frente a la tensión social fue
racista o imperialista. Prácticamente ninguno de los grupos étnicos
identificables escapó a su persecución, pero los judíos, negros y chinos fueron
las victimas habituales de sus perjuicios raciales.
Tanto
en las zonas rurales como las urbanas, los blancos pobres descontentos
propendían a atribuir todos sus males a los negros; su resentimiento respondía
en parte al no status que los afroamericanos habían adquirido a partir de las
décadas de 1860 y 70 en el terreno de los derechos y civiles y políticos.
La
opinión publica sobre la cuestión negra
en el sur se materializó en una oleada de linchamientos de negros y en las
leyes que los privaron de sus derechos civiles y que tanto dañaron las
esperanzas de reforma social en el campo.
Las organizaciones obreras
Pero
los críticos del capitalismo industrial no pretendían huir de los problemas que
percibían, sino cambiar la sociedad. Muchas de las mejoras salariales logradas
en años posteriores fueron consecuencia de la mano de obra mas que de la
agitación sindical.
La National
Labor Union, creada por el fundidor William Sylvis en 1866, tenía poco que
ver con la Asociación Internacional de Trabajadores, fundada por Karl Marx en
1864. La NLU hacía hincapié en las
necesidades de los trabajadores, no en las de las clase trabajadora, y
establecía una distinción importante para América, entre productores, como los
agricultores y los pequeños comerciantes y parásitos, como los intermediarios y
los banqueros.
De
todas las instituciones por la propia clase trabajadora en su intento por
influir sobre la propiedad industrial, la más duradera fue el Sindicato.
Los
dirigentes de los trabajadores, tanto fuera del movimiento socialista como
dentro de el, estaban divididos entre los que se mostraban partidarios de las
tácticas económicas y los que abogaban por las de naturaleza política. En la
etapa anterior a la guerra civil y en la de la NLU prevalecieron las tácticas políticas, pero a partir de la
década de 1870 comenzaron a aplicarse los métodos económicos.
La
filosofía de la AFL (American Federation
of Labor) era conservadora,
economista, anti socialista y anti política. Samuel Gompers era de la opinión
de que la agitación proletaria era insuficiente para que pudiera surgir un
movimiento revolucionario con conciencia de clases; los obreros se interesaban
mas bien por la inseguridad del empleo y por lograr beneficios inmediatos para
su propio oficio. El presidente de la AFL
se esforzó por organizar los organizable, es decir, una aristocracia
integrada por los obreros especializados que podían triunfar en una huelga por
ser insustituibles y por estar bien dotados de fondos y de inteligencia.
Una
de las razones que explican el conservadurismo de las organizaciones obreras es
que no consiguieron establecer una alianza política radical con los negros, con
las mujeres y con los agricultores. En los inmediatamente anteriores a la
guerra civil, la clase obrera siempre había estado estrechamente relacionada
con los defensores de la emancipación femenina, con el emancipador de los negros,
Abraham Lincoln y con los reivindicaciones de los agricultores de libre acceso
a las tierras del oeste.
La rebelión de los populistas.
Lo
que ofrecía mejores perspectivas a los sindicalistas radicales era la alianza
con los agricultores, a los que estos últimos podían aportar no solo un enfoque
radical sino también una experiencia política. El movimiento conocido, The
National Grang había sido una respuesta tanto política como social a la
industrialización; en 1875 contaba ya con 850,000 miembros en 32 estados,
muchos de los cuales pertenecían también a una gran diversidad de partidos
agrarios y contribuían a la aprobación de leyes agrarias en las legislaturas
estatales. El objetivo típico de estas leyes era controlar las tarifas
ferroviarias, y aun cuando en muchas ocasiones los tribunales las anulaban,
prepararon el terreno a la legislación federal, como la Interstate Commerce Act
de 1887.
Las Farmers
Alliances acabaron por preparar el camino a los populistas, a quienes
acudirían en demandas de apoyo algunos dirigentes radicales. Las Alliances se diferenciaban de la antigua
Grang en la importancia que concedían a la acción política.
Las Alliances eran hostiles al
proteccionismo aduanero, que favorecía a la industria en detrimento de los
agricultores y a los bancos nacionales y se mostraban partidarias de un
impuesto gradual sobre la renta, y de la propiedad publica de los ferrocarriles
y telégrafos. Un programa como este debía atraer a trabajadores de muy diversa
índole.
Si
el populismo fracasó como tercer partido, su filosofía resultó profética. El
movimiento de reforma de los Progressives
hizo suya la idea del impuesto gradual sobre la renta; otros puntos del
programa populista, como los relativos a la planificación y la limitación de
las cosechas, presagiaban soluciones avanzadas en los 30s.
Dado
que los populistas fueran incapaces de explotar los temas importantes.
Perdieron terreno en beneficio de los partidos principales cuyos dirigentes
contaban con mayor experiencia en la redacción de los programas políticos y en
la manipulación de las elecciones. Los agricultores miraban hacia el pasado
preindustrial en busca tanto de inspiración táctica como de ideologías y
consecuentemente su partido fracasó.
El
fracaso del socialismo en los Estados Unidos fue la manifestación de un fallo
en las organizaciones socialistas. Los socialistas fueron en cierta medida unos
profetas. Al pronosticar que los bajos salarios reducirían la demanda y
amenazarían al capitalismo, prepararon el camino para la nueva economía de la
década de 1930, y al contemplar la constitución de los trusts como un paso
hacia delante que había de ser acogido con satisfacción, contribuyeron a formar
la nueva ideología progresista que acabó por imponerse en la política americana
tras las elecciones de 1912.
Al
igual que los populistas y que los grandes partidos, los socialistas estaban
obligados a atraer a grupos muy diversos; cuando los demócratas o los
republicanos hacían alguna concesión con el fin de reconciliar a sus distintos
partidarios en conflicto ello se aceptaba como la cosa mas natural, pero cuando
un tercer partido hacía alguna componenda con el fin de preservar a su
heterogénea población parecía que cometía una traición a sus principios y el
partido perdía respetabilidad.
La
primera guerra mundial significó la quiebra definitiva del partido socialista.
Del mismo modo que la gran depresión de 1929 cogería desprevenidos a los
socialistas americanos, a pesar de que las teorías socialistas la podrían haber
predicho también le sorprendió la ruptura de hostilidades en 1914,
perfectamente conforme con la doctrina marxista.
El
fracaso del socialismo en los Estados Unidos ha despertado no poca atención
porque constituye un rasgo característico de la historia de este país. El
anarcosindicalismo no fracasó solo en América sino en todas partes, por lo que
ha dado lugar a menos especulaciones históricas.
En
los Estados Unidos se ha producido un cierto grado socialización y en cierta
medida las objeciones americanas al socialismo han sido puramente retóricas,
pero ello no obsta para que el fracaso de los partidos socialistas haya sido
una de las características mas destacadas de la historia americana.
La
amplitud de los recursos humanos y materiales contribuía a hacer de América un
país prospero; era precisamente la selectiva abundancia de recursos lo que le
permitía el lujo de un proletariado bien remunerado, externamente aburguesado y
en permanente minoría dado que la automación estaba al alcance de la nación.
Otra
explicación del fracaso del socialismo en los Estados Unidos mantiene la
extendida convicción de que cualquier hombre capaz podía llegar a algo en
América tenía cierta base objetiva; lo que impidió el desarrollo de los
movimientos de protesta sobre la base de la lucha de clases fue la posibilidad
extraordinariamente favorable de un ascenso social.
La reforma liberal; la Era progresista
Los estadistas europeos no eran muy de dirigentes políticos
americanos por cuanto adoptaron políticas de reforma social moderada destinadas
a atajar la revolución y la reacción y a conseguir el respaldo de las nacientes
clases medias.
En 1919, los enemigos del socialismo en América se dedicaban
a perseguir a sus partidarios en lugar de luchar por la reforma.
En la década de 1890, las iglesias se unieron al clamor
general exigiendo reformas. Incluso los tribunales que hasta entonces recelaban
del reformismo agrario o sindical por que la mayoría de los jueces habían
tenido una experiencia previa como abogados de empresas, comenzaron a modificar
su actitud.
Los americanos habían sido preparados para la reforma liberal
por una propaganda de diversa índole. La propaganda de los populistas contra la
corrupción en el gobierno en la acción a nivel estatal y mas tarde a escala
nacional.
El asesinato del presidente Mckinley en 1901 a manos de un
perturbado que se creía anarquista recordó a los americanos el peligro que
suponía el radicalismo extremado, al tiempo que llegó a la Casa Blanca a un
vicepresidente descrito por un político conservador como un maldito vaquero. El
espectacular estilo de dirección del presidente Theodore Roosevelt aportó al
progresismo la cohesión de que carecía hasta entonces.
¿Cuáles eran los postulados de los progresistas? Sin
perjuicio de que el movimiento alcanzar en ocasiones cohesión y reposara sobre
una ideología altamente compartida de reformas liberales, ellos no obstaba para
que fuera también un conglomerado de grupos diversos, con puntos de vista
divergentes sino contradictorios. Puede
ser considerado en primer término como una respuesta a las quejas de los
pobres.
Los diversos grupos de progresistas tratados hasta ahora no
se excluían entre sí. Un partidario de la conservación de los recursos
naturales podía ser también un defensor de los sindicatos, y un director que
predicara la eficiencia no tenía que encontrarse desplazado en un comité de
asistencia social.
El análisis de la propuesta en práctica de la reforma
progresista a nivel nacional pone también de manifiesto que desde un primer
momento los dirigentes del movimiento estaban decididos a mantener
controladas a las masas. Su táctica
consistía en proponer una serie de reformas apaciguadoras que no iban tan lejos
como las adoptadas en la Europa industrial contemporánea, y en asegurar en todo
caso el mantenimiento del orden. La primera manifestación del progresismo a
escala nacional, fue la reforma militar. El desempleo y los desordenes de 1894
impulsaron la adopción por el ejercito regular de tácticas de lucha callejera
mas perfeccionadas.
En 1917, la entrada de los Estados Unidos en la primera
guerra mundial produjo la expresión mas vigorosa del progresismo. El
progresismo embotó la capacidad crítica de los conservadores, floreciendo un
nuevo liberalismo que se manifestó en el creciente intervencionismo federal en
la economía.
Que acepte o no esta interpretación de que el elemento
dominante del progresismo lo constituían las grandes empresas, no cabe duda de
que las medidas patrocinadas por el gobierno durante la guerra contribuyeron a
fortalecer el capitalismo al atacar la raíz del descontento social.
Imperialismo y Primera Guerra Mundial
No cabe duda de que a diferencia de sus rivales holandeses,
franceses y británicos del siglo XVII, los nuevos imperialistas aspiraban al
control indirecto, especialmente financiero, de los territorios extranjeros mas
que el dominio territorial.
La financiación de la primera guerra mundial hizo de los
Estados Unidos los acreedores del mundo, confirmando así su política de ejercer
un control político indirecto en partes de Europa y en otras zonas.
La expansión del comercio exterior recibió el apoyo oficial
por estimarse indispensable tanto para el lucro privado como para la
prosperidad de la nación y el pleno empleo.
Bajo la presión de los intereses económicos, se procedió a
una nueva definición de la doctrina Monroe: en 1823 era la negación del derecho
de las potencias europeas a extender su dominio territorial al hemisferio
occidental; en 1904, la doctrina se interpretó como una afirmación del derecho
de los Estados Unidos en la política de América Latina.
El nuevo imperialismo comercial era esencialmente antibélico
y anticolonial; no debían adquirirse nuevos territorios que hicieran peligrar
la seguridad de los Estados Unidos o supusieran un precio excesivo para su
economía. Los acontecimientos diplomáticos entre 1890 y 1917 confirmaron que si
bien los intereses económicos seguían siendo poderosos, no siempre
predominaron.
La agresiva diplomacia de Roosevelt posibilitó también el
acuerdo de 1903 sobre la construcción del canal de Panamá que significó
importantes ventajas para los comerciantes americanos, si bien no hay que
olvidar que las razones que justificaron la apertura de este canal fueron de
índole tanto económica como que estratégica.
En 1917, los Estados Unidos entraron en la guerra que asolaba
a Europa desde 1914. El hecho de que los americanos entraran en la guerra del
lado de los aliados obedeció en parte a que la mitad de los habitantes de los
EUA descendían de antepasados británicos. Tan pronto como intervinieron, los
aliados se dirigieron al presidente Wilson con el fin de poner en claro sus
objetivos de guerra. Los 14 puntos de Wilson enunciados a principios de 1918
prometían a todos los pueblos a elegir libremente la nación a la que querían
pertenecer. La justicia internacional sería garantizada por una Sociedad de
Naciones. El presidente era contrario a la imposición de reparaciones a
Alemania.
El hecho de que Wilson no consiguiera imponer la entrada de
los EUA en la Sociedad de Naciones reflejaba hasta que punto sus compatriotas
estaban cansados de revueltas, de liberalismo y de campañas internacionales.
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