El comienzo de la Guerra Fría
La conferencia de Potsdam, celebrada entre julio y
agosto de 1945 en esta ciudad alemana próxima a Berlín, formalizó la transición
entre la antigua alianza contra el Eje y el enfrentamiento Este/Oeste propio de
la guerra Fría. Mucho habían cambiado las cosas desde la ultima reunión de los
tres grandes en Yalta en el mes de febrero.
La vuelta a la confrontación entre capitalismo y
comunismo característica del período de entreguerras era cuestión de poco
tiempo, sino es que se había producido ya.
A diferencia
de lo ocurrido en Yalta- acuerdos sobre la desnazificación, sobre las futuras
fronteras europeas, sobre la división de Alemania y sobre la creación de la
ONU, entre otros-, Potsdam terminó sin resoluciones concretas en la mayoría de
los temas, probablemente porque la fase de consenso entre los tres grandes
había terminado para siempre y porque las bases para el nuevo orden mundial
habían quedado ya fijadas desde la cumbre anterior.
Estas conferencias
habían fijado un primer reparto de zonas de influencia en tres bandos: Estados Unidos, Inglaterra y la
Unión Soviética. La distribución de Europa Central y oriental resolvió
problemas entre Inglaterra y los soviéticos en los Balcanes; dejó las manos
libres a la Unión Soviética en Polonia, Yugoslavia, Hungría y Checoslovaquia,
pero Alemania y Austria se convirtieron en zonas de conflicto entre los
occidentalistas y la Unión Soviética.
En Asia y Oriente Medio el papel de gendarme de los
intereses occidentales sería asumido cada vez más por los Estados Unidos,
sustituyendo al decadente imperio inglés.
Enfrentamiento frontal entre los bloques (1947-1959).
El enfrentamiento global de estos bloques, el
occidental y el oriental, tiene su raíz en el conflicto ideológico entre la
doctrina liberal-capitalista y el ideario comunista, que son a su vez expresión
de dos sistemas sociales antagónicos: el capitalismo, en su última fase
monopolista (imperialista) y el socialismo soviético.
Sin embargo, el desarrollo de esta lucha ha tendido a
ocultar este antagonismo socioeconómico e ideológico, sustituido cada vez más
por la lucha de dos estrategias orientadas
a un mismo fin: la dominación hegemónica de una u otra potencia mundial
sobre la mayor parte del mundo.
Truman, presidente de los Estados Unidos de 1945 a
1952, formuló un plan en 1947 con la llamada “Doctrina Truman”, en el que se
defiende el derecho y el deber de su país a intervenir militarmente y
expandirse económicamente para ayudar a los estados amenazados por el avance
comunista.
Stalin, por su parte, sostenía que la lucha por la paz
se identificaba con la lucha de los pueblos contra el imperialismo y el
capitalismo, y que el elemento fundamental de esta lucha era precisamente la
consolidación y fortalecimiento del bloque socialista y su centro principal: la
Unión Soviética.
El enfrentamiento entre ambos bloques tuvo lugar de
manera muy aguda hasta 1959, y más atemperado en lo sucesivo especialmente en
los puntos débiles que habrían dejado los acuerdos de Yalta, Potsdam y de la
Conferencia de París (1946). En sus tratados de 1947 pretende solucionar la
mayoría de los problemas logrados por la guerra mundial, pero se darán algunas
crisis en el entorno.
Los Estados Unidos de América
Convirtieron la Europa Occidental castigada por la
guerra, hundida económicamente y sin mayor fuerza militar, en una plataforma
excelente para asegurar su expansión económica y militar. Con el plan Marshall
reconstruirían Europa, sin duda, pero también una Europa que a partir de ahora
les quedaría sometida.
Sobre estas bases seguras, el bloque político,
económico y militar occidental encabezado por los Estados Unidos, se da su
forma jurídica institucionalizada en la OTAN
(Organización del Tratado del
Atlántico Norte), claramente dirigida contra una amenaza comunista interior o
exterior.
Este bloque actuará conjuntamente en la labor de
asegurar la hegemonía en Asia frente al
peligro de que la independencia se traduzca en regímenes comunistas
aliados a la Unión Soviética. Así
surgirá la SEATO (en el sudeste asiático), integrada por Inglaterra, Francia,
Estados Unidos y otros países subordinados, como Pakistán, Tailandia y Filipinas,
a raíz de la guerra de Indochina contra Francia. También el CENTO en Oriente
Medio, formado por Inglaterra con Turquía, Irán, Irak y Pakistán(en 1955).
Los Estados Unidos también intentan hacer sólida su
hegemonía a través de la competencia económica, su ayuda a otros países
mediante relaciones que crean dependencia económica en ellos, alianzas
políticas y militares, acciones diplomáticas en organismos internacionales,
“guerra secreta”, acción ideológica, propaganda, además de la guerra
La Unión Soviética
Los gobiernos provisionales con participación
comunista establecidos en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y
Yugoslavia, a través de un complejo proceso de elecciones y semigolpes de
estado, dados por los partidos comunistas, apoyados por sectores del ejército,
se convierten en gobiernos de clara mayoría comunista, que establecen regímenes
llamados “democracias populares”, inspirados en el soviético y en estrecha
alianza con la Unión Soviética.
Como respuesta a la creación de la OTAN, se establece
el Pacto de Varsovia en 1955, formado por Albania, Checoslovaquia, Bulgaria,
Polonia, Rumania, Hungría y la Unión Soviética.
A partir de la muerte de Stalin en 1953, Kruschev
lleva acabo la desestalinización, la cuál se hizo de manera rápida y eficaz en
los cuadros del partido y del ejército. Se incrementa la liberalización
económica y se inicia una política exterior más flexible y con más iniciativas
diplomáticas, llevada en muchas ocasiones de un modo directo por Kruschev. El
lema de esta política fue la coexistencia pacífica.
Las luchas internas en los partidos comunistas se
trasladan a los países del bloque socialista, y provocan la desestabilización
del sistema político en aquellos países en que la construcción del socialismo
traía mas descontentos.
Por su parte Yugoslavia, bajo la dirección del mariscal
Tito, había puesto un modelo de desarrollo particular, mezclando elementos
socialistas con otros nacionalistas, lo que le llevó a la ruptura con Moscú y
al abandono práctico del bloque soviético en 1948.
En la política interior soviética la nueva etapa trajo
consigo un tímido giro en las directrices económicas a favor de la producción
de bienes de consumo, tal vez por la necesidad que las nuevas autoridades
tenían de legitimarse ante la población
con medidas populares. Eran tiempo en que la economía soviética avanzaba
a velocidad crucero (8.3% crecimiento anual) y se podía permitir, por
tanto, ciertas concesiones, que en
última instancia revertían en una mejora
del nivel de vida. Mientras tanto en política exterior, el pos
estalinismo se tradujo en un sinfín de iniciativas y gestos en todos los
frentes. Entre los mas llamativos se encuentra el viaje de Kruschev a Yugoslavia en mayo de 1955, interpretado
como el comienzo de una reconciliación entre la URSS y la Yugoslavia de Tito.
Todo ello se producía ante el desconcierto de los
gobiernos occidentales, que ignoraban las verdaderas intenciones de los nuevos
gobernantes soviéticos y la profundidad de los cambios que se estaban
produciendo en la URSS. El desconcierto estaba alimentado asimismo por un
panorama internacional que evolucionaba de manera contradictoria.
La caída del Muro de Berlín
La división del territorio alemán en cuatro zonas de
ocupación militar y administración política por parte de EUA, Francia, Inglaterra
y la Unión Soviética será una fuente de conflicto durante mas de diez años. Los
aliados occidentales, por un lado, y la Unión Soviética, por otro, intentan
configurar una Alemania renovada lo más identificada con sus concepciones
políticas y lo más próxima ideológicamente.
En 1948 los aliados occidentales decidieron unificar
políticamente sus zonas de ocupación, autorizar su transformación en estado
soberano en un proceso constituyente que ellos controlarían y apoyar
económicamente a la nueva República alemana así surgida. Estados Unidos, por su
parte, incluía a estos territorios en el plan Marshall de reconstrucción
económica, según los parámetros capitalistas.
En 1949 el Consejo Parlamentario representativo de las
zonas de control aliado, reunido en Bonn, constituiría la República Federal
Alemana.
Por su parte, en la zona soviética se van
nacionalizando las industrias y minas fundamentales, y se convoca al Congreso
del Pueblo Alemán, dominado por el nuevo Partido Socialista Unificado Alemán, a
nuevas elecciones y a nuevo Congreso, que ratifican la constitución de la nueva
República Democrática Alemana (1949).
Todos los intentos de conseguir un proyecto unitario
de recuperación de la soberanía y constituyente de un nuevo régimen democrático
aceptable para todos fracasaron rotundamente.
La Unión Soviética impone en su zona el bloqueo de
Berlín (ocupado por las cuatro potencias, a pesar de encontrarse en la zona
soviética), salvado por el puente aéreo norteamericano.
En 1950 los
aliados garantizan la integridad territorial y la soberanía de la República
Federal y de Berlín, autorizando su rearme y la constitución de su propio
ejército. Reconocen en el gobierno de Bonn
al representante de toda Alemania.
En 1954 fracasa la Conferencia de Berlín, de la que se
pretendía obtener un plan de reunificación aceptado por todos, y en 1955
tampoco se consigue algo en la Conferencia de Ginebra. Entretanto, la República
Federal entraba en la OTAN con su propio ejército en 1954, mientras que
la República Democrática se unía en 1956 al Pacto de Varsovia. La adscripción
de ambas Alemanias a cada uno de los bloques era un hecho consumado.
Kruschev, nuevo gobernante soviético a raíz de la
muerte de Stalin, imprimirá un estilo más dinámico y agresivo a su política
exterior. En noviembre de 1958 lanza un ultimátum sobre Berlín, pidiendo que se
convierta en ciudad libre desmilitarizada, al mismo tiempo que pide una
conferencia de reunificación de los tres estados alemanes(RFA, RDA y Berlín),
pero tiene que ceder. La crisis se prolonga a lo largo de 1959 y 1960, pese al
nuevo estilo de coexistencia pacífica de las relaciones
soviético-norteamericanas con conferencias en la cumbre en París (1960) y Viena
(1961), culminando en agosto de 1961 con la construcción del célebre muro de
Berlín.
La República Democrática Alemana continuó con su
desarrollo bajo la dirección del estado, el cual controlaba la economía, las
condiciones de trabajo de los obreros y en general de todo el país. Las
relaciones con la Unión Soviética se afianzaban a través de la adhesión a
tratados como el de la Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua firmado en 1975.
La imagen en el extranjero crecía. Alemania Oriental era capaz de obtener
éxitos considerables en las contiendas deportivas; el régimen funcionaba bajo
el adoctrinamiento al ejército y la población; se evitaba el contacto con
extranjeros, enemigos clave del sistema.
El escenario cambiaría en la década de los ochenta. La
muerte del líder soviético Leonid Breshnev inició el distanciamiento con la
potencia hegemónica del bloque socialista; las necesidades financieras,
comerciales y tecnológicas para soportar el desarrollo interno aumentaban y se
dificultaba el abastecimiento de bienes de consumo. Aunque la Perestroika
despertaba esperanzas en las nuevas generaciones, los problemas económicos y
sociales se evidenciaban por medio de protestas, mismas que eran reprimidas. En
1989 la situación se agravó cuando las marchas y la represión se agudizaron y
provocaron que cientos de alemanes orientales trataran de refugiarse en
Alemania Occidental. El 22 de diciembre de 1989, por la puerta de Brandeburgo
se abre el muro de Berlín y el parlamento de la República Democrática Alemana
reforma la constitución eliminando aquello que determinaba al sistema socialista.
Se plantea la reunificación de las Alemanias.
Por iniciativa de Helmut Kohl, Presidente de la
República Federal de Alemana, en 1990 se comienza a organizar la unificación.
En ese mismo año entra en vigor la unidad monetaria, la antigua RDA se transforma
en Estado Federal y se convocan a elecciones. Helmut Kohl, candidato del
Partido Demócrata Cristiano, resulta vencedor, se logra, también, la unidad
política.
La unificación plantea problemas económicos y sociales
que se agrandan debido a la inmigración de europeos orientales, por el aumento
del desempleo y el nacimiento de un movimiento neonazi; sin embargo, bajo el
compromiso con el parlamento europeo de que Alemania no constituirá ningún
peligro para Europa, continúa el proceso de integración.
Yugoslavia
Tras la liberación del dominio alemán en 1945, se creó
en los Balcanes una república confederada con un gobierno comunista encabezado
por el mariscal Josip Broz Tito y sustentado en la Constitución de 1946. En
ella participan diferentes regiones –Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina,
Macedonia, Montenegro, Serbia y las regiones de Vojvodina y Kosovo- pero lo
complejo de las relaciones étnico-religiosas no permitió la consolidación real
de un estado-nación. Tal situación fue plenamente reconocida por Tito con estas
palabras “un país con dos alfabetos, tres lenguas, cuatro religiones y cinco
nacionalidades que conviven en seis repúblicas y que están rodeadas de siete
naciones”.
A diferencia de
otras naciones de Europa Oriental, Yugoslavia mantuvo una política de relativa
independencia con respecto de la Unión Soviética. La mano dura con la que Tito
gobernó se justificó por la necesidad de cohabitación de los diversos grupos
étnicos y religiosos.
Pese a la unión, las diferencias entre las regiones no
terminaron. Desde 1971 era probable una guerra civil entre serbios y croatas.
El centro de poder financiero se encontraba en Belgrado, con lo que los serbios
trataban de establecer una hegemonía política que tradicionalmente habían
sustentado.
En la nueva constitución de 1974 se encontró la
solución a la intentona serbia. Tito sería presidente vitalicio y a su muerte
desaparecería ese cargo para establecer una presidencia colectiva formada por
un representante de cada una de las regiones. De este comité, de ocho miembros,
se elegiría cada año un presidente. Se pensaba reducir así la tensión entre las
diferentes naciones yugoslavas dándoles una representación paritaria.
Con la celebración del Congreso del Partido Comunista
Yugoslavo en 1974 se brindó un fuerte apoyo al viejo mariscal (tal vez como un
acto deliberado que era parte de la campaña para la reunificación), se
estableció una de mayor disciplina y la centralización en el partido y en el
gobierno yugoslavo.
Tras la muerte de Tito, en 1980, el poder se ejerció
en forma colegiada pero las diferencias étnicas y sociales entre las seis
repúblicas pusieron a prueba la solidez de la unión. Entre 1981 y 1985 se gestó
una fuerte tensión política en la provincia de Kosovo, pues la población
albanesa-musulmana no quería ser parte de Yugoslavia, dominada por una pequeña
casta que monopolizaba el poder en las instituciones estatales, el ejército y
la administración de las industrias y que organizaba su control a través de la
Liga Comunista Yugoslava.
Entre 1986 y 1989 la situación interna empeoró. Los
problemas continuaron en la provincia de Kosovo al revocársele su autonomía.
Croacia y Eslovenia eligieron gobiernos de tendencia separatista, mientras que
en Serbia las fuerzas nacionalistas elegían como Presidente a Slobodan
Milosevic, dirigente del Partido Socialista, que adoptaría una política interna
centralista e iniciaría posteriormente una agresión constante en especial hacia
Croacia, (con la que había establecido una lucha tradicional por la hegemonía
de la zona) y Bosnia.
En 1990, a raíz de la caída de los regímenes
socialistas de Europa Oriental, se generalizaron los temores de una guerra
civil cuyas causas estructurales se sumaban a la crisis económica expresada por
el desempleo, la inflación y la gran cantidad de huelgas. El aparato estatal se
fragmentaba y las diferentes facciones de la casta gobernante buscaban
acomodarse en el sistema capitalista mundial pero ahora como una nueva clase
propietaria de los medios de producción unida a intereses ingleses, alemanes,
norteamericanos y franceses. Los nuevos aspirantes políticos se arroparon en
diferentes banderas nacionales y étnicas para obtener el poder y controlar la mayoría del territorio y los recursos. La
fuerza mas consistente era la del viejo estado federal yugoslavo expresada por
Serbia, que buscó la alianza con los viejos comunistas de otros enclaves. Un
año mas tarde, y ante el fracaso de las alianzas, Belgrado inició los combates
contra Croacia y Bosnia-Herzegovina con la intención de incorporarlas a su
región. En Kosovo fuerzas leales al estado incitaron a la guerra abierta contra
los albaneses y a la expulsión de los opositores al régimen. Macedonia declara
su independencia y finalmente Borisav Jovic, Presidente Federal de Yugoslavia
renuncia al cargo.
La lucha se tornó cada vez mas violenta. Después de
seis meses de guerra se hablaba de seis mil muertos en Croacia y para fines de
1992 de un verdadero genocidio qué provocó la huida de más de tres millones de
croatas y serbios. La paz europea estaba en peligro. A pesar de los
reiterativos intentos de la ONU y las naciones europeas, el fin del conflicto
no se vislumbraba. Los planes de paz como el Vance-Owen, firmado en 1992,
fracasaron por la complejidad de los enclaves étnico-religiosos que existían a
lo largo del territorio. Sin embargo, bajo la iniciativa de William Clinton, el
21 de noviembre de 1995 serbios, croatas y musulmanes bosnios, representados
por sus respectivos dirigentes, se vuelven a reunir para firmar una serie de
acuerdos en Dayton Ohio, Estados Unidos. A través de ellos se decide:
· Dividir el territorio en partes iguales (49% para los
serbios y 51 % para la coalición croata-musulmana).
· Abrir un corredor terrestre que una el enclave musulmán-bosnio
en el este con el resto de la federación croata-musulmana.
· La instauración de Posavina como corredor
serbio-bosnio que unirá el noreste de los territorios bajo control
serbio-bosnio del este y oeste de Bosnia.
· Levantamiento paulatino de sanciones contra Serbia y
Montenegro y del embargo de armas para todos los integrantes de la ex
federación yugoslava.
La paz, sin embargo, no está totalmente garantizada.
No se ha dicho la ultima palabra en la zona de los Balcanes.
Nuevo Orden Mundial
Aunque desde la década de los setenta se consideraba
deteriorado el orden iniciado a raíz de la Segunda Guerra Mundial, no fue sino
hasta la caída del Muro de Berlín, símbolo del derrumbe del bloque socialista,
que el equilibrio político entre las dos superpotencias se agotó. El colapso de
la Unión Soviética puso fin a la confrontación bipolar y marcó el inicio de una
nueva etapa en las relaciones internacionales caracterizada por la supremacía
de los Estados Unidos en el escenario mundial.
Bajo la presidencia de George Bush, Estados Unidos se
erige líder y garante del nuevo orden mundial, cuyo antecedente directo sería
la guerra del golfo Pérsico y su cristalización la etapa posterior que de ella
se derivó. Esto significa el compromiso de la gran potencia de construir y
hacer respetar las normas legales de las relaciones internacionales, la defensa
de la democracia y la autodeterminación de los pueblos, partiendo del respeto
que hay que mostrar necesariamente hacia las resoluciones que se tomen en el
seno de la ONU.
Como líderes de esta nueva política, y ante la
posibilidad de que Saddam Hussein alcanzara y controlar el poder energético a
nivel mundial, era determinante defender el orden petrolero. La derrota de Irak
consolidó a Israel como única potencia militar en la zona petrolera. La
hegemonía en Medio Oriente estaba definida.
El Nuevo Orden Mundial persigue la formación de un
modelo político, económico y social, en el que la paz, y no la fuerza militar,
sea el instrumento para estabilizar los conflictos del mundo en el que Estados
Unidos solo compite económicamente contra Japón y la Comunidad Europea.
A partir de tal premisa Estados Unidos inicia la búsqueda de un compromiso
entre árabes e israelíes para lograr el equilibrio en la región más rica en
petróleo. La experiencia israelí-palestina se convierte en el ejemplo de cómo
la política norteamericana planea controlar la situación en todos los posibles
frentes conflictivos del orbe.
Cabe señalar que la política del Nuevo Orden Mundial
muestra una actitud selectiva, que se refleja claramente cuando se aplica en el
Tercer Mundo. Para el Medio Oriente, y antes de la crisis del Golfo, las
políticas establecidas son de persuasión y algunas de acercamiento, para
América Latina son de dominio, para Asia son de mediación y flexibilidad,
mientras que para África muestran desinterés debido a los graves problemas
sociales y económicos que vive ese continente.
William J. Clinton llegó a la Presidencia
estadounidense en 1992. Su programa mantiene e impulsa la tendencia marcada por
su antecesor, tanto a nivel global como regional. Sin embargo, los resultados
han sido poco positivos, ya que la autodeterminación de los pueblos, el
desarrollo democrático y económico, y la defensa ecológica, entre los puntos de
más interés, no muestran una alentadora evolución.