INTERPRETACIONES POLITICAS, POPULARES Y PERIFÉRICAS
DEL IMPERIALISMO
I.
El imperialismo
de los hombres de Estado
El
imperialismo de fines del siglo XIX estuvo a merced de los cálculos racionales
de los altos funcionarios de las grandes potencias; estos hombres tenían
efectiva libertad de acción y que estaban interesados en fomentar el poder y la
seguridad de sus países-el “interés nacional”- mas que los intereses de los
grupos de presión privados.
La
política internacional se hacia mas belicosa porque la unidad política alemana,
italiana y norteamericana había generado poderosos impulsos nacionalistas que
estimularon similares instintos en otros países. En suma, había mas grandes
potencias comprometidas en la política internacional que en el siglo XVIII y
sus sentimientos nacionalistas eran mas intensos que nunca.
Estos
factores contribuyeron a crear otro rasgo de este periodo: el desarrollo de
grandes bloques de poder y alianzas. La primera alianza internacional fue hecha oficialmente en tiempos de paz fue
la Alianza austro alemana que se convirtió en la Triple Alianza con la
inclusión de Italia en 1882. La misma existencia de tal sistema de alianzas era
un reto y posiblemente una amenaza para los excluidos, en especial Francia y
Gran Bretaña. Esto imponía nuevas fricciones en las relaciones internacionales
y hacía pensar más en términos de amenazas que de seguridad.
Cualquier
cambio en la posición de una potencia podía verse como una amenaza a los
intereses de las demás. Las colonias adquirían nueva importancia como parte de
este delicado equilibrio de fuerzas internacionales.
El
imperialismo era así el resultado de la competitividad hipersensible entre
todos los principales Estados de Europa y Norteamérica que a su vez generaba la
determinación de no permitir que otra potencia ganase ventaja alguna el
ultramar.
Desde
el punto de vista positivo las colonias podían servir para fines políticos de
acuerdo con el carácter y situación de cada potencia. Para ser una potencia
mundial se necesitaban bases en todos los continentes, pues sino se tenían, sus
súbditos estaban a merced de los ingleses, franceses, o de otros gobiernos
coloniales.
Otro
aspecto era la necesidad de asegurar las materias primas estratégicas, pues se
podía argumentar que ningún gran país industrial debía depender de otras
naciones, posiblemente hostiles, por lo que respecta a sus fuentes de aprovisionamiento.
De aquí la ocasión para anexionarse territorios que producían cobre, mineral de
hierro, caucho, petróleo, etc.
Es
posible considerar al imperialismo como un acumulativo proceso preventivo. En
el momento que cualquier Estado europeo o sus súbditos intentaban dominar algún
nuevo territorio, los cautos gobernantes de otros Estados se sentían obligados
a reaccionar e impedir este movimiento o a pedir compensaciones, ya porque
considerasen afectados algunos de sus intereses nacionales. El imperialismo
obedeció mas bien a la precaución que a la beligerancia.
Las
colonias proporcionaban una válvula de escape no, para los excedentes
industriales, sino para el envalentonamiento y belicosidad de los grupos
pendencieros tradicionales.
Desde
estos supuestos, el imperialismo era una charada global representada por los
hombres de Estado como medio de desviar, en tiempos de paz, la atención de las
realidades de la estructura europea del poder.
De
esto se pueden sacar tres formulaciones alternativas al imperialismo como
fenómeno político mas que económico. Primero, no hay ninguna prueba decisiva de
que los políticos de alguno de los
principales estados tuvieran un plan previo de expansión ultramarina en las décadas
de 1870 o 1880. Estas nuevas tendencias
fueron el producto de una década de expansión imperial mas que la causa
principal de un nuevo imperialismo.
Segundo,
fue muy raro que ningún estadista europeo se embarcara en la expansión colonial
por presiones irresistibles de fuerzas políticas internas, o incluso como
recurso electoral. El único ejemplo importante de esto ultimo se dio en 1884 en
Alemania, cuando Bismarck decidió utilizar los protectorados para proteger y fomentar
las nuevas empresas comerciales alemanas en ultramar a fin de obtener el apoyo político
de los nacional-liberales, los cuales consideraban la política colonial
esencial para la unidad y el prestigio.
Tercero,
la influencia mas probable de las consideraciones estrictamente políticas sobre
los estadistas europeos fue negativa: la preocupación por proteger los intereses
ultramarinos de la acción extranjera.
Parece
probable que el imperialismo de los gobernantes en el crucial periodo de 1880
tomase una forma negativa mas que positiva. A pesar de todo, bajo la tutela de
sus funcionarios fijos, que heredaron y mantuvieron conceptos tradicionales de
lo que era esencial para preservar el poder y la seguridad nacionales, tuvieron
que defender estos intereses contra las amenazas que iban surgiendo.
Por
consiguiente, cuando se produjeron en la periferia varias crisis locales en la década
de 1880, los gobiernos de los grandes estados tuvieron que actuar; y en muchos
casos tales acciones adoptaron la forma de un control territorial.