miércoles, 26 de septiembre de 2012

Los Estados Unidos entre las dos guerras.1919-1941


Los Estados Unidos entre las dos guerras, 1919-1941


Las dos guerras mundiales significaron para los Estados Unidos, como para la mayor parte de los países, rupturas bien definidas. A partir de la primera guerra mundial, la vida política y social fue dominada cada vez más por consideraciones económicas.

La sociedad americana de la década de 1920 fue la primera sociedad de consumo de masas, con todas sus virtudes y defectos, treinta años antes que otros países alcanzaran este nivel. La diferencia estribaba en que en la década de 1920 los principales productos de  consumo en América eran los mismos que hoy.

Pero a partir de mediados 1929 el país se sumió en una marasmo económico de una gravedad devastadora. La producción industrial descendió constantemente a lo largo de cuatro años y las quiebras y el paro crecieron proporcionalmente. El sistema financiero se derrumbó.

El New Deal no fue un éxito total, pero significó un profundo cambio histórico ya que, tras la depresión, no solo el gobierno federal intervenía  en prácticamente todos los aspectos de la vida americana-al igual que había sucedido con los europeos después de la primera guerra mundial- sino que la mayor parte de la población esperaba que aquél garantizase su nivel de vida.

1.- La vuelta al Aislacionismo

Al término de la llamada gran guerra, los Estados Unidos se habían convertido en la primera potencia económica y de haber seguido la guerra serían también la primera fuerza militar. Pero como consecuencia del fracaso de incluir ciertos principios liberales en el Tratado de Versalles, durante la década de 1920 dejaron de influir sobre los asuntos políticos internacionales. Dos razones explican esto: el poder real de los Estados Unido no era reconocido; cuando lo fue, la opinión pública americana optó por no ejercitarlo.

El hecho de que los Estados Unidos se convirtieran en el país acreedor tendría efectos negativos sobre el comercio y las finanzas de las posguerra. Europa necesitaba capital para salir de la grave situación económica y la única fuente posible era Estados Unidos; de este modo recayó sobre los Estados Unidos una considerable responsabilidad económica.

Los países europeos dependieron cada vez más de los préstamos americanos a corto plazo, sujetos a devolución inmediata. Este fue el principal motivo de las constantes dificultades económicas del mundo y de la rapidez con que se extendió la recesión de los Estados Unidos a Europa, así como su gravedad. La prosperidad de la posguerra fue motivada por la dislocación de los transportes y no por una demanda real, y también que los alemanes incumplieron sus compromisos en materia de reparaciones.

2.- Americanos y extranjeros

El fin del conflicto significaba que los agricultores y las familias acomodadas del sur y del este podían verse anegadas por otra oleada de inmigrantes procedentes de Europa meridional y oriental. Durante la posguerra se hizo más evidente que estos americanos de origen extranjero albergaban sentimientos de lealtad hacia países extranjeros y hacia una iglesia también extranjera.

La más grave amenaza contra el orden, o al menos así lo pareció fue la huelga de la policía de Boston en 1919. A partir de este incidente, cualquier tensión laboral tenía un matiz radical y todas las huelgas se consideraban amenazas a la constitución.

La realidad era que la población americana estaba harta de luchas políticas tanto nacionales como internacionales. Esto se puso claramente de manifiesto en las elecciones presidenciales de 1920 donde menos de la mitad del electorado acudió a sufragar.

Debido a la tremenda potencia de su economía, los Estados Unidos podían permitirse el lujo de optar por el aislacionismo político. Durante la década de 1920 la economía experimentó un desarrollo ininterrumpido como consecuencias de inversiones masivas que a su vez se basaban en una fuerte demanda de artículos de consumo “duros.”

Los rasgos mas característicos de la prosperidad americana eran la fabricación en serie de los vehículos de motor, y en particular el automóvil privado, y la producción y consumo masivos de energía eléctrica. El automóvil satisfacía las cambiantes necesidades del consumidor y los antiguos modelos eran reemplazados antes de que expirara su vida técnica. Aquí radicaba en parte, pero solo en parte, la importancia de la publicidad. La publicidad experimentó una gran difusión debido a la introducción en Estados Unidos de los periódicos “tabloides”  y a la radio.

La publicidad fue utilizada cada vez más como un dispositivo de diferenciación del mercado; es decir, trataba de persuadir al consumidor de que productos exteriormente similares eran en realidad distintos. Ello reflejaba el problema fundamental de la producción en serie: la reducción de los precios al mínimo dependía de la venta de un producto estandarizado en un gran mercado, pero el mantenimiento de esta demanda a largo plazo dependía de que se mejorara el producto para satisfacer los cambiantes gustos del consumidor y crear nuevas necesidades en el.

Sobre el automóvil particular se levantó una nación de nómadas, a la que prestaba servicio en carretera una serie de nuevas industrias que iban de los puestos de venta de bocadillos de salchichas hasta los billares y moteles.
El de la vivienda es, pues, un mercado especulativo; si las perspectivas son buenas, los constructores incrementan su producción hasta que el mercado se satura. La fuerte expansión experimentada por la construcción de viviendas en el periodo 1918-1925 fue provocada en parte por una elevada tasa de inmigración, con la que siempre estuvo estrechamente relacionada en Estados Unidos la política de la vivienda.

La década de 1920 fue la época dorada de la gran ciudad (con su centro y zonas residenciales suburbanas) y por primera vez la sociedad americana estuvo sometida a una cultura urbana, le gustara o no.

Los Estados Unidos eran, con diferencia, los productores de automóviles, energía eléctrica y bienes de consumo doméstico más baratos, no existía allí una inflación que hiciera subir los costes y facilitara el acceso de los productos extranjeros, y los servicios y las viviendas no podían ser importados.

Hubo un importante sector de la población que no se benefició de la prosperidad general. Estaba localizado en las zonas deprimidas de Nueva Inglaterra y de los Apalaches, donde la industria textil y las minas de carbón atravesaban por graves dificultades. Pero el mayor problema económico de la década de 1920, fue, con diferencia, que la agricultura no participó de la prosperidad industrial, fenómeno que ya se había producido con anterioridad.

El problema básico con que se enfrentaban los agricultores consistía en que resultaba más fácil aumentar la producción que restringirla. El estallido de la primera guerra mundial contribuyó a exacerbar estos problemas. El precio de la tierra subió y fueron muchos los agricultores que tomaron dinero a préstamo con la garantía de sus tierras para adquirir otras nuevas y equipo adicional.

En 1920 y 1921 finalizaron la garantía y el nivel de precios de la guerra, pero las deudas a plazo fijo contraídas durante el periodo bélico seguían en pié y gravitaron sobre muchos agricultores a lo largo de la década; también aumentaron los arrendamientos ya que al ser ejecutadas las hipotecas algunos granjeros se convirtieron en arrendatarios de sus antiguas tierras. A pesar de todo, la superficie cultivada aumentó, debido en gran parte a la mecanización.

Pero no a todos los agricultores les fue mal. Los cultivadores de agrios, productos hortícolas y frutas y los ganaderos especializados en productos lácteos se beneficiaron del aumento de las rentas de la población urbana.

Una de las principales reivindicaciones de los agricultores fue la de la paridad, es decir, el apoyo de gobierno federal a los precios con objeto de garantizar los ingresos de los agricultores y el mismo poder adquisitivo que habían tenido entre 1910 y 1914.

4.- La política durante la etapa de prosperidad, 1920-1929

A diferencia de la europea, la prosperidad americana permitía obviar el coste social del ciclo económico, lo que pareció tanto más evidente cuanto que la intervención gubernamental en la economía era prácticamente inexistente. Ello explica el éxito de los republicanos, ya que se les identificaba como el partido de los negocios, y por fin los negocios parecían ofrecer igualdad de oportunidades para todos.

En todos los conflictos entre los sindicatos y los empresarios, el gobierno federal se puso inequívocamente de parte de los segundos, alentando por ejemplo el recurso a las tropas estatales en la huelga del carbón de 1922. A medida que la década avanzaba, el poder político iba pasando paulatinamente a manos de hombres muy ricos.


5.- La ciudad contra el campo: conflicto entre dos sistemas de valores

La crisis agrícola de la década de 1920 puso de manifiesto el conflicto entre los valores rurales y urbanos subyacentes en muchos acontecimientos de la época. Lo cierto es que durante la década de 1920 la radio, la prensa y las películas de Hollywood divulgaban una imagen de la cultura de la gran ciudad que los jóvenes del campo absorbían como nunca lo habían hecho antes.

Si la América rural no logró obtener del gobierno el apoyo a los precios agrícolas, su otra reivindicación-la prohibición a nivel nacional del alcohol-no podía serle negada. La prohibición fue aprobada por ley en 1919 porque los habitantes de las pequeñas ciudades y del campo se sintieron obligados a salvar la moral de las grandes ciudades mediante una ley; pero esta sólo pudo imponerse sobre el papel. En las grandes ciudades beber ilegalmente se revistió de emoción. Locales de mala reputación se pusieron de moda, siendo frecuentados por primera vez por mujeres jóvenes.

Durante la década de 1920 la delincuencia fue en aumento, en particular los robos, que no tienen relación directa con la prohibición. Cuando la prohibición terminó en 1933, los actos de violencia se trasladaron al ámbito de los sindicatos, prostitución y drogas. Se produjo también una oleada de atracos de bancos a mano armada, lo que permite pensar que el automóvil pudo haber constituido un estímulo de la criminalidad más potente que la prohibición misma.

Una ojeada retrospectiva a la sociedad americana de la década de 1920 invita a una apreciación crítica: el culto a los negocios nos parece ingenuo; la intolerancia, ridícula; el aislacionismo, desastroso.  Pero antes de juzgarlos conviene recordar que ningún periodo histórico, y mucho menos el nuestro, tiene motivos para considerarse mejor que el anterior. El materialismo más pronunciado sigue estando a la orden del día en las sociedades industriales occidentales y la intolerancia no ha desaparecido.


6.- La quiebra de la bolsa y la crisis económica mundial. 1929-1933

Durante un largo periodo de tiempo parecía imposible que pudiera perderse dinero en la bolsa lo que acabo por convertir a cada nuevo inversor en un especulador. Los valores de renta fija se vendían mal y muchos de ellos fueron liquidados a cambio de acciones. El auge de la bolsa se convirtió en tema habitual de conversación; la subida de las cotizaciones fascinaba a una nación obsesionada con las estadísticas del mismo modo que lo estaba por las estadísticas de los encuentros de beisbol. La quiebra de la bolsa tuvo lugar en octubre de 1929, en forma sorprendentemente repentina.

A comienzos de octubre reinaba cierto nerviosismo, pero nadie imaginaba lo que iba a suceder. El 23 de octubre fue vendida la cifra record de 6 millones y medio de títulos. Al día siguiente el caos y el pánico se apoderaron de la bolsa neoyorquina. El principal motivo del pánico era la inseguridad; cuando el inversor acudía a la oficina de su agente parea que le informara de la situación de sus acciones, el teletipo ponía de manifiesto que en una sola mañana habían desaparecido las ganancias de meses.

Ninguna institución pública o privada era capaz de restringir el crédito con objeto de frenar la especulación. Posiblemente lo que desencadenó la subida de la bolsa fue precisamente la política de dinero barato adoptada en 1927, un bajo tipo de redescuento y una oferta monetaria de expansión destinada a ayudar a la moneda británica.

A partir del momento en que el alza de las cotizaciones dejó de guardar relación alguna con la marcha de la industria, era sólo cuestión de tiempo que el mercado se viniera abajo.

Una causa evidente de las dificultades fue la crisis del ramo de la construcción, que ya se había iniciado en el sector de las viviendas privadas de 1925, y que a partir de 1928 se extendió al de los edificios comerciales. Estaba claro que la excepcional tasa de construcción alcanzada en los años anteriores había saturado el mercado.

La polémica principal a girado en torno a la importancia relativa del consumo y a la inversión. Al aumentar los beneficios aumento también la demanda de determinados bienes, como lo yates y las pieles, pero el mercado de estos artículos se saturaba fácilmente y era muy vulnerable a la las pequeñas fluctuaciones de los ingresos.

Las consecuencias de la depresión fueron muy variadas. Los sectores más gravemente afectados fueron la agricultura, la producción de bienes de consumos duraderos y la industria pesada. El consumo de bienes de primera necesidad se mantuvo en parte porque la mayoría de las familias dejaron de ahorrar. Cuanto más pequeña fuera la ciudad, mayores probabilidades había de que dependiera de una solo industria.

El hundimiento de la bolsa fue además una importante causa directa de la reducción de los beneficios empresariales, tanto financieros como especulativos, y destruyó el incentivo individual al ahorro reduciendo así el volumen de los recursos destinados a la inversión. La quiebra, finalmente, recortó también los ingresos del amplio sector financiero y acabo con el considerado mercado de artículos de lujo.
El nivel extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y retardó considerablemente la recuperación. Aun cuando los Estados Unidos eran el primer país industrial del mundo, la población agrícola seguía representando un cuarto del total. La agricultura era con diferencia, el sector más deprimido de la economía.

La expropiación por deudas e impuestos impagados estaba a la orden del día y los agricultores privados de sus tierras, emigraron a California a recoger fruta. A partir de 1931, sin embargo, las expropiaciones no se limitaban ya a los agricultores marginales, sino que se extendieron por todo el país, y hubieran sido aun más frecuentes de no ser por la imposibilidad en la que se hallaban sus acreedores de vender las granjas en un mercado que se hundía.

Las importaciones procedentes de los países que habían devaluado su moneda resultaban más baratas y las exportaciones a dichos países más caras. En estas circunstancias, y con el fin de salvaguardar sus reservas, se veían obligados a adoptar políticas deflacionistas. Esto no revestía mayor gravedad para la economía americana, pero el hecho de que le dólar tuviera un cambio elevado y fijo impidió el desarrollo de una política monetaria expansionista como la de Gran Bretaña y Suecia. Esto tuvo serias repercusiones sobre el sistema bancario americano.

Las bancarrotas no sólo destruían el ahorro individual, sino que obligaban a los bancos a poner coto a sus préstamos porque para evitarlas tenían que conservar la mayor liquidez posible, lo que a menudo suponía la quiebra para muchos de los que hasta entonces habían sido sus clientes.

La depresión pudo tanto haber causado una reducción de la oferta monetaria como haber sido provocada por ella.

7.- Las consecuencias sociales y políticas de la depresión. 1930-1933

La depresión modificó la apariencia social de América. Ya en 1931 el número de parados totales se cifraba en 8 millones, lo que afectaba a una familia de cada 6. No había seguro de desempleo de ningún tipo y la asistencia local era absolutamente inadecuada.

Mayor importancia tiene el hecho de que la pobreza fue originada menos por el alcance de la depresión que por su duración. En un país tan rico como los Estados Unidos, los trabajadores de la industria y los empleados estaban en condiciones de sobrevivir durante un año de paro a base de despojarse paulatinamente de los bienes que poseían.

Distribuidos entre todos los parados, los socorros prestados aquel año equivalían tan solo a 27 dólares por cabeza. Por aquel entonces, muchos de los que llevaban lago tiempo en paro estaban psicológicamente incapacitados para trabajar. En ocasiones la totalidad de los ingresos de una familia dependían del hijo o de la hija, lo que provocó profundos cambios en la estructura familiar.

Hoover no tenía esperanza alguna de alcanzar la victoria en las elecciones de 1932, como tampoco la tenía ningún otro candidato del partido Republicano identificado con las grandes empresas, de aquí que había de ser la Convención Demócrata la que eligiera al nuevo presidente de Estados Unidos. Al cabo de innumerables escaramuzas y regateos, la elección recayó sobre el gobernador del estado de Nueva York, Franklin Delano Roosevelt.

El atractivo de Roosevelt residía en su imagen, que se aproximaba a la de un aristócrata tanto como ello era posible en América. Roosevelt no prometió soluciones radicales; es más, ni siquiera expuso un conjunto coherente de medidas políticas. Pero en tanto que Hoover vacilaba, el prometía acción. El plan de Roosevelt era ”intentar algo”. Otra de las cualidades de Roosevelt, era que unía la arrogancia del aristócrata una personalidad humana cautivadora y hablaba directamente al ciudadano medio como uno de los suyos. Lo que el país quería era un nuevo enfoque y voluntad de experimentar, de “intentar algo”. Sobre esta esperanza basó Roosevelt la estrategia para su New Deal.

8.- El primer New Deal 1933-1935

Después de la toma de protesta de Roosevelt, el congreso aprobó una avalancha de leyes sobre fondos asistenciales para los parados, precios de apoyo para los agricultores, servicios de trabajo voluntario para los parados menores de 25 años, proyectos de obra pública en gran escala, reorganización de la industria privada, creación de un organismo federal para salvar el valle de Tennessee, financiación de hipotecas para los compradores de viviendas y para los agricultores.

La primitiva legislación del New Deal procedía de dos fuentes. Algunas disposiciones habían sido elaboradas durante la campaña presidencial por un grupo de intelectuales conocidos como el Brains Trust, que le sometieron una serie de medidas radicales; la segunda fuente legislativa fue el propio congreso, una vez que el gobierno federal manifestó su propósito de actuar, se abrieron las compuertas a las propuestas radicales y a la política de los grupos de presión.

El problema más acuciante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario; el día en que tomó posesión era prácticamente imposible cobrar un cheque. La reapertura de los bancos no fue más que le preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado desde 1929 por el círculo vicioso de la contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas. La bolsa fue también objeto de minuciosa atención y la nueva Securities Exchange Commission sacó algunas consecuencias de la catástrofe, prohibiéndose por ejemplo la financiación de las acciones sobre la base de las ganancias esperadas.

Otro de los problemas acuciantes en 1933 era la ayuda a los parados. El principal intento de ayudar a los parados fue la Federal Emergency Relief Act de mayo de 1933. El gobierno federal no se había encargado jamás de los subsidios de paro, que eran de incumbencia local, como la Poor Law de los tiempos Elisabetianos, de la que de hecho derivaba en América. Además, el nuevo organismo federal, la FERA, no pagaba directamente a los parados, sino a las autoridades estatales y locales para que pudiesen incrementar el volumen de sus prestaciones.

El New Deal jamás dispuso de un programa concreto para mitigar el paro a través de las obras públicas. Es evidente que este tipo de iniciativas no se habrían llevado a cabo de no ser por la depresión, que al margen de la ventaja de preservar las habilidades de escritores y artistas, indiscutiblemente no aportaron beneficio alguno.

El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en estimular la economía por el futuro.

Un problema gravísimo era el del bajo nivel permanente de las rentas agrícolas. Era preciso aumentar los precios de algún modo, y ello sólo podía conseguirse disminuyendo la producción. La Agricultural Adjustment Administration concedía primas a aquellos agricultores que voluntariamente aceptaban restringir su producción.

Otra dificultad adicional era que la agricultura carecía por completo de homogeneidad en cuanto se refería a dimensiones de las explotaciones. La AAA no subvencionó los precios de la leche y la mantequilla, pero las vacas eran alimentadas con maíz cuyo precio sí estaba subvencionado.

La devaluación del dólar sirvió únicamente para empeorar la situación de los demás países sin que ello favoreciera a los Estados Unidos. Roosevelt devaluó el dólar porque según sus consejeros si se reducía el contenido en oro del dólar los precios subirían automáticamente, lo que no sucedió. Entonces hizo subir deliberadamente el precio del oro efectuando compras de este metal a precios cada vez más altos, con la consiguiente devaluación del dólar a un nivel jamás alcanzado.


9.- El segundo New Deal, hasta la segunda guerra mundial, 1935-1941

En las elecciones presidenciales de 1936, Roosevelt no tenía rival posible, sólo perdió en 2 estados. En su segundo discurso el mensaje era claro; había tomado partido. Los empresarios debían ser considerados como enemigos porque podían frustrar el cambio social y eran muy pocos los que podían poner en duda que el cambio social no fuera esencial.


Los sindicatos recibieron un amplio respaldo federal. Fueron aumentados los impuestos sobre los ingresos más elevados y el sistema fiscal se hizo más progresivo; los ricos debían compartir su riqueza con los pobres. En la década de 1930 tal imposición sobre los ricos fue insignificante, ya que no hubo redistribución de la riqueza.

La derrota francesa permitió a Roosevelt ocupar por tercera vez la presidencia, fenómenos sin precedentes. Antes de mayo de 1940, probablemente no tenia intención de hacerlo, pero los únicos demócratas con alguna audiencia eran todos conservadores y Roosevelt tuvo que enfrentarse al problema de proseguir o abandonar el New Deal, todavía inconcluso.

Por último, en diciembre de 1941 los gobiernos japonés y alemán evitaron a los americanos la decisión de declarar la guerra. El conflicto de intereses entre Japón y los Estados Unidos se había agudizado a lo largo de la década de 1930 a medida que los japoneses intentaban alcanzar por la fuerza su objetivo de establecer una “zona económicamente autárquica” controlada por Japón.

10.- Una hojeada retrospectiva al New Deal

Es sumamente difícil juzgar las medidas aisladas del New Deal o el conjunto de este. De ahí que el New Deal, uno de los mas importantes programas legislativos de la historia moderna, claramente limitado en el tiempo, sea inevitablemente discutido.

Lo mas difícil de juzgar es el papel que desempeñó el factor psicológico de la confianza y la esperanza en una pronta mejora. El New Deal no alcanzó un éxito total. La renta per cápita real no recuperó su nivel de 1929 hasta 1940, momento en que el motor del crecimiento era el rearme.

La inversión privada sobre la que reposaba la economía, no se recuperó; cabe imaginar que sin el New Deal, la depresión habría sido aún  peor.

Para evitar una nueva caída, Roosevelt intentó reformar el sistema político y, en particular, las relaciones entre la economía y el gobierno. Roosevelt mantenía que si el gobierno ayudaba a los empresarios a fijar los precios, también tenia que alentar a los sindicatos a subir los salarios. Dado que lo que se perseguía era aumentar los beneficios empresariales, ambos objetivos eran incompatibles. Parte de la dificultad obedecía a que Roosevelt era demasiado receptivo.

De haber gastado Roosevelt suficiente dinero para poner la economía nuevamente en movimiento, de tal forma que invertir resultara rentable, difícilmente habrían desaprovechado los empresarios la oportunidad que se les presentaba por el mero hecho de que el país fuera socialista. Lo que importaba en definitiva era el volumen del gasto público.

En realidad el New Deal no era en absoluto hostil a los empresarios. Todo lo que hizo fue poner al burócrata allí donde había fracasado el hombre de negocios, hasta que la empresa privada pudiera florecer de nuevo.

Su efecto mas perdurable fue aumentar el poder del gobierno federal en general y del presidente en particular. Antes de 1933 para el americano medio “el gobierno” era el gobierno de su estado o de su municipio. A partir del New Deal, el gobierno federal se dispuso a hacer las cosas por sí mismo; al reducir el poder relativo a los estados y de los empresarios.

Debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la economía, la transición de la guerra a la paz en 1945 fue indolora. Pero si el gobierno federal financia la construcción de una carretera que atraviesa los suburbios, no pasaría mucho tiempo  antes de que sus habitantes pidan que les faciliten mejores viviendas. El autentico legado del  New Deal fue revolucionar las expectativas.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las consecuencias sociales de la industrialización. El Imperialismo y la primera guerra mundial, 1890-1920




1.- Pobreza rodeada de bienestar.

El triunfo de la revolución industrial preparó a los Estados Unidos para un periodo de expansión  de expansión imperial y para su participación en la primera guerra mundial, pero estos éxitos se lograron únicamente al precio del sufrimiento económico y social de la población trabajadora agrícola e industrial.

Precisamente para ponerle freno a los liberales americanos formularon un programa de reformas políticas y económicas durante los primeros años del siglo XX. Para tratar de explicar la ansiedad política que embargó al pueblo americano en la década de 1890, los Estados Unidos se hallaban en peor situación económica que los países europeos. En Europa, Bismarck, Clemenceau y Giolitti se esforzaban por promulgar una legislación sobre seguridad social que proporcionara un nivel mínimo a los elementos más pobres de la clase trabajadora; en los Estados Unidos, en determinadas regiones y sectores de la actividad, la miseria podía no tener limites.

Cualquiera que fuese el nivel de industrialización alcanzado por los Estados Unidos, lo cierto es que no garantizaba a los pobres su puesto de trabajo. Los pobres no sólo eran victimas del desempleo como tal, sino también de la inseguridad que provocaba su irregular ocupación.

Los ingresos familiares medios evolucionaron, sin embargo, al ritmo del coste de vida durante la década de la depresión de 1890. Pero aun cuando los salarios fuesen elevados para la mayoría, las condiciones de trabajo eran a menudo deplorables. La mala salud contribuía también a completar el círculo vicioso de la pobreza. La principales enfermedades producían una tasa de mortalidad cuatro veces mayor entre los pobres que entre los ricos.

En América, la nueva situación de la industria y la economía no había ido a la par de la preocupación social. El profundo abandono de las cuestiones sociales revelaba no sólo desinterés por el bienestar material de la clase trabajadora, sino también desprecio por su dignidad. Pero este abandono, considerado tan a menudo inmoral, era en gran medida consecuencia de la distancia entre las clases.

La separación de clases: la indiferencia en las zonas urbanas y la hostilidad de los empresarios.

La creciente separación espacial entre las áreas donde vivían los pobres y los ricos reforzaba los efectos de una irresponsable propiedad de los medios de producción. Estaba surgiendo un nuevo estilo de vida de la clase media en las zonas suburbanas gracias a las mejoras introducidas en los medios de transporte.
Los americanos ricos, deseosos de hacer algo por los trabajadores coordinaban a menudo la acción colectiva emprendida por aquellos. De aquí que la oposición a cualquier forma de organización de la clase obrera frenara la reforma y constituyera una fuerza opresiva de tipo psicológico. Una diversidad de factores impidió que los obreros se organizaran: la elaboración de listas negras, las dificultades puestas a quienes pretendía alquilar locales donde se celebrar reuniones, la expulsión de sus hogares de los campesinos y mineros cuya agitación molestaba a sus patronos.

El poder del dinero era otro de los impedimentos a la organización política de los trabajadores. El proceso de selección política no se efectuó en las urnas sino en los silenciosos salones donde se daban cita los poderosos dirigentes de los partidos. Los portavoces de los pobres se lamentaban de la naturaleza conspiradora del sistema político. El dólar no solo había corrompido a la política nacional, sino también a las legislaturas estatales, tradicionalmente igualitarias.

La aversión de los patronos a la organización económica de los obreros era tan fuerte como su oposición  a la agitación política. La mayoría de los jueces estaban predispuestos contra ellas porque habían iniciado sus carreras como abogados de las empresas.

Los tribunales declararon legales los yellow-dog contracts, en virtud de los cuales el obrero al aceptar su empleo, aceptaba también la sanción del despido en caso de afiliarse a algún sindicato. Con estos procedimientos, el capitalista americano no contribuía precisamente a congraciarse con las clases trabajadoras.

Reacciones humanas: esparcimiento, racismo y motines.

Las formas de esparcimiento, el racismo y los motines violentos revelan también algunas cosas sobre el estado de animo de los grupos mas diversos.

El comportamiento racista y los motines tampoco eran manifestaciones políticas directas y pueden interpretarse así mismo como reacciones escapistas a los problemas sociales.

Como los niños no disponían de espacios abiertos para poder jugar en las abarrotadas ciudades en la década de 1890, los filántropos y las entidades municipales se esforzaron por proporcionarles terrenos de juego y parques públicos.

En ocasiones, la reacción del obrero americano frente a la tensión social fue racista o imperialista. Prácticamente ninguno de los grupos étnicos identificables escapó a su persecución, pero los judíos, negros y chinos fueron las victimas habituales de sus perjuicios raciales.

Tanto en las zonas rurales como las urbanas, los blancos pobres descontentos propendían a atribuir todos sus males a los negros; su resentimiento respondía en parte al no status que los afroamericanos habían adquirido a partir de las décadas de 1860 y 70 en el terreno de los derechos y civiles y políticos.

La opinión publica sobre la cuestión negra en el sur se materializó en una oleada de linchamientos de negros y en las leyes que los privaron de sus derechos civiles y que tanto dañaron las esperanzas de reforma social en el campo.

Las organizaciones obreras

Pero los críticos del capitalismo industrial no pretendían huir de los problemas que percibían, sino cambiar la sociedad. Muchas de las mejoras salariales logradas en años posteriores fueron consecuencia de la mano de obra mas que de la agitación sindical.
 La National Labor Union, creada por el fundidor William Sylvis en 1866, tenía poco que ver con la Asociación Internacional de Trabajadores, fundada por Karl Marx en 1864. La NLU hacía hincapié en las necesidades de los trabajadores, no en las de las clase trabajadora, y establecía una distinción importante para América, entre productores, como los agricultores y los pequeños comerciantes y parásitos, como los intermediarios y los banqueros.

De todas las instituciones por la propia clase trabajadora en su intento por influir sobre la propiedad industrial, la más duradera fue el Sindicato.

Los dirigentes de los trabajadores, tanto fuera del movimiento socialista como dentro de el, estaban divididos entre los que se mostraban partidarios de las tácticas económicas y los que abogaban por las de naturaleza política. En la etapa anterior a la guerra civil y en la de la NLU prevalecieron las tácticas políticas, pero a partir de la década de 1870 comenzaron a aplicarse los métodos económicos.

La filosofía de la AFL (American Federation of Labor) era conservadora, economista, anti socialista y anti política. Samuel Gompers era de la opinión de que la agitación proletaria era insuficiente para que pudiera surgir un movimiento revolucionario con conciencia de clases; los obreros se interesaban mas bien por la inseguridad del empleo y por lograr beneficios inmediatos para su propio oficio. El presidente de la AFL se esforzó por organizar los organizable, es decir, una aristocracia integrada por los obreros especializados que podían triunfar en una huelga por ser insustituibles y por estar bien dotados de fondos y de inteligencia.

Una de las razones que explican el conservadurismo de las organizaciones obreras es que no consiguieron establecer una alianza política radical con los negros, con las mujeres y con los agricultores. En los inmediatamente anteriores a la guerra civil, la clase obrera siempre había estado estrechamente relacionada con los defensores de la emancipación femenina, con el emancipador de los negros, Abraham Lincoln y con los reivindicaciones de los agricultores de libre acceso a las tierras del oeste.

La rebelión de los populistas.

Lo que ofrecía mejores perspectivas a los sindicalistas radicales era la alianza con los agricultores, a los que estos últimos podían aportar no solo un enfoque radical sino también una experiencia política. El movimiento conocido, The National Grang había sido una respuesta tanto política como social a la industrialización; en 1875 contaba ya con 850,000 miembros en 32 estados, muchos de los cuales pertenecían también a una gran diversidad de partidos agrarios y contribuían a la aprobación de leyes agrarias en las legislaturas estatales. El objetivo típico de estas leyes era controlar las tarifas ferroviarias, y aun cuando en muchas ocasiones los tribunales las anulaban, prepararon el terreno a la legislación federal, como la Interstate Commerce Act de 1887.

 Las Farmers Alliances acabaron por preparar el camino a los populistas, a quienes acudirían en demandas de apoyo algunos dirigentes radicales. Las Alliances se diferenciaban de la antigua Grang en la importancia que concedían a la acción política.

Las Alliances eran hostiles al proteccionismo aduanero, que favorecía a la industria en detrimento de los agricultores y a los bancos nacionales y se mostraban partidarias de un impuesto gradual sobre la renta, y de la propiedad publica de los ferrocarriles y telégrafos. Un programa como este debía atraer a trabajadores de muy diversa índole.

Si el populismo fracasó como tercer partido, su filosofía resultó profética. El movimiento de reforma de los Progressives hizo suya la idea del impuesto gradual sobre la renta; otros puntos del programa populista, como los relativos a la planificación y la limitación de las cosechas, presagiaban soluciones avanzadas en los 30s.

Dado que los populistas fueran incapaces de explotar los temas importantes. Perdieron terreno en beneficio de los partidos principales cuyos dirigentes contaban con mayor experiencia en la redacción de los programas políticos y en la manipulación de las elecciones. Los agricultores miraban hacia el pasado preindustrial en busca tanto de inspiración táctica como de ideologías y consecuentemente su partido fracasó.

El fracaso del socialismo en los Estados Unidos fue la manifestación de un fallo en las organizaciones socialistas. Los socialistas fueron en cierta medida unos profetas. Al pronosticar que los bajos salarios reducirían la demanda y amenazarían al capitalismo, prepararon el camino para la nueva economía de la década de 1930, y al contemplar la constitución de los trusts como un paso hacia delante que había de ser acogido con satisfacción, contribuyeron a formar la nueva ideología progresista que acabó por imponerse en la política americana tras las elecciones de 1912.

Al igual que los populistas y que los grandes partidos, los socialistas estaban obligados a atraer a grupos muy diversos; cuando los demócratas o los republicanos hacían alguna concesión con el fin de reconciliar a sus distintos partidarios en conflicto ello se aceptaba como la cosa mas natural, pero cuando un tercer partido hacía alguna componenda con el fin de preservar a su heterogénea población parecía que cometía una traición a sus principios y el partido perdía respetabilidad.

La primera guerra mundial significó la quiebra definitiva del partido socialista. Del mismo modo que la gran depresión de 1929 cogería desprevenidos a los socialistas americanos, a pesar de que las teorías socialistas la podrían haber predicho también le sorprendió la ruptura de hostilidades en 1914, perfectamente conforme con la doctrina marxista.

El fracaso del socialismo en los Estados Unidos ha despertado no poca atención porque constituye un rasgo característico de la historia de este país. El anarcosindicalismo no fracasó solo en América sino en todas partes, por lo que ha dado lugar a menos especulaciones históricas.

En los Estados Unidos se ha producido un cierto grado socialización y en cierta medida las objeciones americanas al socialismo han sido puramente retóricas, pero ello no obsta para que el fracaso de los partidos socialistas haya sido una de las características mas destacadas de la historia americana.

La amplitud de los recursos humanos y materiales contribuía a hacer de América un país prospero; era precisamente la selectiva abundancia de recursos lo que le permitía el lujo de un proletariado bien remunerado, externamente aburguesado y en permanente minoría dado que la automación estaba al alcance de la nación.
Otra explicación del fracaso del socialismo en los Estados Unidos mantiene la extendida convicción de que cualquier hombre capaz podía llegar a algo en América tenía cierta base objetiva; lo que impidió el desarrollo de los movimientos de protesta sobre la base de la lucha de clases fue la posibilidad extraordinariamente favorable de un ascenso social.

La reforma liberal; la Era progresista

Los estadistas europeos no eran muy de dirigentes políticos americanos por cuanto adoptaron políticas de reforma social moderada destinadas a atajar la revolución y la reacción y a conseguir el respaldo de las nacientes clases medias.
En 1919, los enemigos del socialismo en América se dedicaban a perseguir a sus partidarios en lugar de luchar por la reforma.

En la década de 1890, las iglesias se unieron al clamor general exigiendo reformas. Incluso los tribunales que hasta entonces recelaban del reformismo agrario o sindical por que la mayoría de los jueces habían tenido una experiencia previa como abogados de empresas, comenzaron a modificar su actitud.

Los americanos habían sido preparados para la reforma liberal por una propaganda de diversa índole. La propaganda de los populistas contra la corrupción en el gobierno en la acción a nivel estatal y mas tarde a escala nacional.

El asesinato del presidente Mckinley en 1901 a manos de un perturbado que se creía anarquista recordó a los americanos el peligro que suponía el radicalismo extremado, al tiempo que llegó a la Casa Blanca a un vicepresidente descrito por un político conservador como un maldito vaquero. El espectacular estilo de dirección del presidente Theodore Roosevelt aportó al progresismo la cohesión de que carecía hasta entonces.

¿Cuáles eran los postulados de los progresistas? Sin perjuicio de que el movimiento alcanzar en ocasiones cohesión y reposara sobre una ideología altamente compartida de reformas liberales, ellos no obstaba para que fuera también un conglomerado de grupos diversos, con puntos de vista divergentes sino contradictorios.  Puede ser considerado en primer término como una respuesta a las quejas de los pobres.

Los diversos grupos de progresistas tratados hasta ahora no se excluían entre sí. Un partidario de la conservación de los recursos naturales podía ser también un defensor de los sindicatos, y un director que predicara la eficiencia no tenía que encontrarse desplazado en un comité de asistencia social.

El análisis de la propuesta en práctica de la reforma progresista a nivel nacional pone también de manifiesto que desde un primer momento los dirigentes del movimiento estaban decididos a mantener controladas  a las masas. Su táctica consistía en proponer una serie de reformas apaciguadoras que no iban tan lejos como las adoptadas en la Europa industrial contemporánea, y en asegurar en todo caso el mantenimiento del orden. La primera manifestación del progresismo a escala nacional, fue la reforma militar. El desempleo y los desordenes de 1894 impulsaron la adopción por el ejercito regular de tácticas de lucha callejera mas perfeccionadas.

En 1917, la entrada de los Estados Unidos en la primera guerra mundial produjo la expresión mas vigorosa del progresismo. El progresismo embotó la capacidad crítica de los conservadores, floreciendo un nuevo liberalismo que se manifestó en el creciente intervencionismo federal en la economía.

Que acepte o no esta interpretación de que el elemento dominante del progresismo lo constituían las grandes empresas, no cabe duda de que las medidas patrocinadas por el gobierno durante la guerra contribuyeron a fortalecer el capitalismo al atacar la raíz del descontento social.

Imperialismo y Primera Guerra Mundial


No cabe duda de que a diferencia de sus rivales holandeses, franceses y británicos del siglo XVII, los nuevos imperialistas aspiraban al control indirecto, especialmente financiero, de los territorios extranjeros mas que el dominio territorial.

La financiación de la primera guerra mundial hizo de los Estados Unidos los acreedores del mundo, confirmando así su política de ejercer un control político indirecto en partes de Europa y en otras zonas.

La expansión del comercio exterior recibió el apoyo oficial por estimarse indispensable tanto para el lucro privado como para la prosperidad de la nación y el pleno empleo.

Bajo la presión de los intereses económicos, se procedió a una nueva definición de la doctrina Monroe: en 1823 era la negación del derecho de las potencias europeas a extender su dominio territorial al hemisferio occidental; en 1904, la doctrina se interpretó como una afirmación del derecho de los Estados Unidos en la política de América Latina.

El nuevo imperialismo comercial era esencialmente antibélico y anticolonial; no debían adquirirse nuevos territorios que hicieran peligrar la seguridad de los Estados Unidos o supusieran un precio excesivo para su economía. Los acontecimientos diplomáticos entre 1890 y 1917 confirmaron que si bien los intereses económicos seguían siendo poderosos, no siempre predominaron.

La agresiva diplomacia de Roosevelt posibilitó también el acuerdo de 1903 sobre la construcción del canal de Panamá que significó importantes ventajas para los comerciantes americanos, si bien no hay que olvidar que las razones que justificaron la apertura de este canal fueron de índole tanto económica como que estratégica.

En 1917, los Estados Unidos entraron en la guerra que asolaba a Europa desde 1914. El hecho de que los americanos entraran en la guerra del lado de los aliados obedeció en parte a que la mitad de los habitantes de los EUA descendían de antepasados británicos. Tan pronto como intervinieron, los aliados se dirigieron al presidente Wilson con el fin de poner en claro sus objetivos de guerra. Los 14 puntos de Wilson enunciados a principios de 1918 prometían a todos los pueblos a elegir libremente la nación a la que querían pertenecer. La justicia internacional sería garantizada por una Sociedad de Naciones. El presidente era contrario a la imposición de reparaciones a Alemania.

El hecho de que Wilson no consiguiera imponer la entrada de los EUA en la Sociedad de Naciones reflejaba hasta que punto sus compatriotas estaban cansados de revueltas, de liberalismo y de campañas internacionales.