IMPERIALISMO DE MASAS
A
pesar del énfasis que suele ponerse en los factores económicos, posiblemente la
explicación más popular de la moderna expansión europea se ha basado en el
imperialismo de masas.
Schumpeter
establecía que el imperialismo no era el resultado de nuevos desarrollos
económicos, sociales o políticos en Europa, sino la expresión de una antigua
disposición sin objeto por parte del Estado a una ilimitada expansión de las
fronteras.
En
el estado moderno, la esencia feudal que sobrevivió a la Europa pre capitalista
que se había fusionado con el capitalismo burgués. Así pues, el imperialismo
terminaría solo cuando los elementos pre capitalistas de la vida social
desaparecieran definitivamente.
Hilferding
sostuvo que el capital financiero dejaba de ser amante de la paz en cuanto a su
impulso económico ultramarino se veía obstruido por sociedades pre capitalistas.
Para justificar esto, el burgués adoptaba la ideología racista y reclamaba el
derecho natural de su propia sociedad avanzada a dominar a los pueblos
atrasados de otro continente. De este modo, el imperialismo popular basado en
el racismo era un producto orgánico del cambio económico.
La
mayoría de las interpretaciones del imperialismo como fenómeno emocional o
ideológico, caen dentro de dos categorías: las que lo tratan como producto de
un nacionalismo intensificado y las que lo explican como el resultado de nuevas
teorías sobre la raza.
La
primera y mas pragmática hipótesis es con posterioridad a 1870 el nacionalismo
popular preexistente se volcó al exterior y fijó sus ambiciones en África y
Asia. Paralelamente a esta simple hipótesis nacionalista hay una teoría mas
complicada que se basa en el crecimiento del racismo. Una característica
destacada de fines del siglo XIX, fue la progresiva creencia de que los
europeos eran racialmente superiores a las demás razas. Esta creencia provenía
de las ventajas que los europeos poseían a las sociedades contemporáneas, de
otros continentes en cuanto a tecnología, formas de gobierno, organización social,
etc.
Sobre
estas bases se difundieron una multitud de hipótesis que en su mayor parte se
agrupaban en dos categorías: las que sostenían que el principio de la selección
natural hacía necesaria la conquista de pueblos inferiores; y las que exponían
el deber moral de la raza superior de asumir una misión civilizadora para con
la inferior.
Hay
una serie de interpretaciones opuestas de por que la demanda popular de
expansión ultramarina habría desarrollado e impuesto la política pública en
Europa occidental a finales del siglo XIX.
Para
poder demostrar esta influencia, es necesario probar al menos dos puntos
principales: primero, que por cualquier razón
la demanda pública de un imperio fue importante antes de que empezase la
rápida expansión en la década de 1880; segundo, que los gobernantes de quienes
dependía el poder decisorio se vieron
impulsados o facultados por el entusiasmo público para actuar donde, en otro
caso, podían no haber actuado.
En la
mayoría de los Estados de Europa occidental hubo un desfase importante entre la
formulación y propagación de las ideologías o argumentos imperialistas por un
puñado de entusiastas y el momento en que parecen haber tenido amplio apoyo.
En principio,
los entusiastas colonialistas alemanes, aunque escasos en número, estaban
institucionalmente preparados para influir en la política oficial desde
comienzos de la década de 1880; y es al menos posible que la adopción de una
política colonial alemana en 1884 fuera producto de su presión.
En Gran Bretaña hay menos pruebas de un fuerte imperialismo
popular antes, de la década de 1890. Todas las organizaciones imperialistas que
se habían fundado, se preocupaban exclusivamente de fortalecer los lazos con
las colonias de asentamiento existentes y mostraban poco interés por las
posibilidades de nuevas colonias tropicales.
El interés público solo se hizo patente a partir de 1894 y
ya entonces fue más una reacción convulsa a sucesos concretos en ultramar que
una firme expresión de idealismo nacionalista o racista.
La experiencia común es que el imperialismo empezó como una
idea emotiva surgida de compromisos intelectuales sobre cuestiones que, por lo
general, nada tenían que ver con la colonización ultramarina.
El auténtico entusiasmo popular por el imperio como tal sólo
se hizo evidente en la década de 1890 y aún así continuó siendo esporádico e
imprevisible. En suma, el argumento que considera el imperialismo de masa como
la génesis o fuerza motriz del moderno imperialismo es intrínsecamente débil. Sería
mucho mas exacto decir que el imperialismo como estado de ánimo popular fue una
imagen refleja del hecho de la expansión imperial que no que el imperio fue el
resultado de la idea imperial.
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