lunes, 10 de septiembre de 2012

Interpretaciones Periféricas del Imperialismo


INTERPRETACIONES PERIFERICAS DEL IMPERIALISMO

Todas las interpretaciones de la expansión europea consideradas hasta aquí tienen tres caracteres comunes. Todas eran “eurocéntricas” en cuanto se centraban en problemas e ideas internas de Europa y Norteamérica. Todas consideraban el imperialismo como un fenómeno positivo: Europa adquiría deliberadamente nuevas colonias porque las necesitaba o quería.

Finalmente el problema se planteaba en el contexto estricto del último cuarto del siglo XIX. Todas las teorías suponían que la expansión tuvo lugar entonces debido al carácter especial de este periodo, de modo que había poca o ninguna continuidad en la historia del imperialismo europeo antes y después de la década de 1870.

Cualquier historiador que empiece a estudiar la historia colonial examinando antes los datos de las antiguas colonias que los de archivos europeos encontrará natural considerar la expansión europea más como un resultado de procesos periféricos que metropolitanos.

La impresión que se tiene siempre es que la colonización oficial fue una respuesta a situaciones que se desarrollaron lejos de Europa y mas allá del control metropolitano efectivo.

El problema del imperialismo moderno desde el punto de vista de los conflictos surgidos fuera de Europa  y sobre el supuesto de que la colonización pudo ser una respuesta de las potencias metropolitanas a estímulos externos más que la expresión de problemas económicos o de otra clase en Europa.

En todos los estudios regionales de las situación en África, Asia y el Pacífico que condujo al dominio oficial europeo durante el siglo XIX o después, el tema subyacente es que hubo un cambio fundamental en las relaciones entre los europeos y los demás pueblos. Tales cambios adoptaron dos formas. Primera, se terminó el aislamiento parcial o total de otros lugares con respecto a Europa. Segunda, la relación de poder entre los europeos y los otros pueblos cambió espectacularmente. Estos procesos se dieron simultáneamente y tuvieron las mismas raíces. Juntos engendraron los problemas periféricos de los que nacieron con el tiempo los imperios europeos.

A principios del siglo XIX estos obstáculos(ineficacia de los barcos de vela para transportar en masa a larga distancia, problemas de salud en climas tropicales, etc.) a la expansión europea fueron eliminados por el desarrollo económico, técnico y político que se produjo en Europa.


La mecanización de la producción había dado al fabricante una inmensa superioridad en calidad y precio. Hasta que otras sociedades adoptaron la nueva tecnología, Europa estuvo en una posición singularmente dominante. Podía introducirse en todos los mercados, acceder a todas las fuentes de materias primas e imponer su voluntad a todos los gobiernos indígenas. La cuestión vital era la forma política que tomaría la nueva relación.

La influencia europea acabó en imperio en la mayoría de las zonas de África, Asia y el Pacífico, aunque no en todas ellas. Pero ¿por qué fue así y porque no en otros? Hay dos modos de enfrentarse al problema. Uno es preguntarse si el imperio “oficioso” resultó insatisfactorio para aquellos europeos que influían en la periferia. El otro es ver si las cosas se desplomaron en la periferia, de manera que los gobiernos europeos se vieron arrastrados a enfrentarse con las crisis incipientes o efectivas cualquiera que fuese la política elegida.

Quienes se embarcaban en empresas capitalistas ultramarinas podían igualmente dar la bienvenida al factor imperial sino podían obtener de otro modo condiciones políticas satisfactorias para las plantaciones, minas etc. Esto es muy distinto a decir que los comerciantes y los capitalistas financieros necesitaban las colonias por que eran condiciones sin equa non de sus actividades; pero hace suponer que los intereses comerciales podían de vez en cuando favorecer el imperio oficial en oposición al oficioso.

El imperialismo europeo puede explicarse como una reacción de comerciantes, banqueros y gobernantes  a los cambios en la periferia que hicieron difícil e incluso imposible mantener el imperio “oficioso” durante las últimas décadas del siglo XIX.

Subimperialismo Colonial: uno de los factores más evidentes en la extensión del imperio oficial fue la tendencia de las posesiones europeas ya existentes a desplegarse por sus alrededores. El Subimperialismo del colono fue la tendencia de casi todas las colonias, incluso de las pequeñas bases comerciales europeas en África y Asia, a extenderse por sus alrededores, sin consideración a las necesidades o deseos de la potencia imperial.

Relaciones No Europeas: una debilidad básica de muchas teorías eurocéntricas del imperialismo es que tratan a los no europeos como marionetas, mientras que la investigación moderna ha acentuado la grande y decisiva importancia del modo en que los pueblos indígenas reaccionaron a la intervención europea a ella vinculados.  Aunque no todos los Estados indígenas que se opusieron a la penetración europea se convirtieran en dependencias oficiales, la resistencia fue a menudo el preludio de la anexión, cuando los intereses europeos fueron suficientemente importantes para justificar tal acción.

Una reacción alternativa a la presencia europea fue aceptarla y usarla. Muchos gobernantes no europeos obtuvieron considerables ventajas a corto plazo de la alianza con los europeos, adquiriendo dinero, armas de fuego o apoyo político contra sus rivales como pago de una colaboración de muchas clases. Virtualmente en todos los caso la colaboración indígena terminó en gobierno extranjero antes de 1914.

El imperio fue así el resultado imprevisto del desorden crónico causado por la penetración oficiosa europea. El imperio se convierte en un organismo que se reproduce activamente, creciendo como un hongo de innumerables esporas, aventadas por el mundo gracias a la dispersión de la civilización europea en expansión. Este es un argumento atractivo y contiene sólidos elementos de verdad.


INTERPRETACIONES ECONOMICAS Y OTRAS INTERPRETACIONES DEL IMPERIALISMO.


Una conclusión preliminar debe ser que, aunque ninguna de estas explicaciones puede servir por sí sola como explicación total de tan complejo proceso, cada una contiene elementos de verdad.

La paradoja de las teorías del imperialismo basadas en el comercio o la inversión de capital consistía en que, mientras que podía lógicamente haberse predicho la apropiación real del territorio ultramarino sobre la base de las tendencias económicas consolidadas después de 1880, las líneas de la causalidad histórica rara vez corrieron en una dirección lógica.

Los hombres de Estado durante largo tiempo no vieron una conexión necesaria entre la protección arancelaria y el colonialismo, y solo construyeron ingeniosas hipótesis para relacionar ambos como causa y efecto, tras una década de colonización activa. Con pocas excepciones, no invirtieron grandes sumas de capital en aquellos territorios que posteriormente se anexionaron a las potencias europeas; y permanecieron notoriamente reacios a invertir en las colonias después de la anexión, a menos que hubiera alguna oportunidad especial de beneficio.

Si los nuevos imperios se construyeron para salvar al capitalismo del estancamiento que se esperaba acompañase a su madurez, resultaron por consiguiente particularmente inútiles. El imperialismo económico nacional del comercio y la inversión europeos creó las “semicolonias” o “colonias comerciales” descritas por Lenin, sin embargo el imperio territorial podía ser todavía un producto de la actividad económica europea a un nivel microeconómico.

Lenin suponía de igual modo que los capitalistas financieros estaban tan íntimamente ligados a la burocracia, en particular en Alemania que la política del Estado se ponía de forma automática al servicio de sus intereses.

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